El éxito del reestreno de Deseando Amar de Wong Kar Wai el pasado 30 de enero propició el regreso de su segunda parte, 2046, tercera entrega si la contamos como parte de una trilogía inaugurada en 1990 con Días Salvajes.

Lo cierto es que gracias a ella podemos hablar casi de un universo compartido dentro de la filmografía de Wong Kar Wai, ya que la fantasía que nos presenta en 2046 puede albergar al conjunto de su filmografía. Quizás ahí radica fundamentalmente su importancia. Cualitativamente no podemos equipararla a Deseando Amar, obra maestra del cineasta hongkonés y una de las películas más importantes del siglo XXI; sin embargo, al referirnos a 2046 son otros los términos que deberíamos tener en cuenta.

Festival de Cannes 2004

La cinta se presentó en el Festival de Cannes el 20 de mayo de 2004. La copia había llegado al evento tan sólo tres horas antes del estreno y se trataba aún de una copia de trabajo. El modo en el que Wong Kar Wai desarrolla sus películas es bastante particular y a raíz de Deseando Amar aún más.

El cineasta no parte de un guion cerrado, sino que comienza con una idea que va desarrollando; después durante el rodaje se permite la libertad de rodar mucho material a base de improvisación, ideas que van surgiendo, aspectos que despiertan su imaginación en el set. Es verdaderamente en la postproducción donde Kar Wai construye la historia definitiva de la película, aunque esto implica montar y remontar una y otra vez todo el material hasta conseguir que todas las piezas encajen en la visión del director. Así lo hizo con Deseando Amar y el resultado fue asombroso. Con 2046, por la propia estructura a base de diferentes historias, el proceso fue más laborioso y cuando llegó la fecha para el estreno en Cannes la película no estaba aún lista. De hecho, esta proyección casi se convirtió en un laboratorio de pruebas para el cineasta, quien recopiló las diferentes apreciaciones recibidas en Cannes y lo empleó para sumergirse en un montaje definitivo que sería el que posteriormente se distribuiría comercialmente.

A pesar de esto, el resultado sigue siendo irregular, pero misteriosamente, Wong Kar Wai consigue que, en esta misma irregularidad, se encuentre la esencia de la película. Visualmente, la película es desbordante, el valor de la fotografía, la experimentación con la imagen y el montaje son incluso gloriosos.

Trabajo actoral

El trabajo con los actores es aquí distinto. Aunque recuperamos al Sr. Chow y (de manera anecdótica) a Su Li-zhen, aquí los personajes resultan más fríos y distantes.

Lo mismo pasa con los relatos. Por una vez, las partes valen más que el conjunto. Son tan dispares entre sí y hay un desequilibrio tal en el desarrollo de cada historia, que a priori cuesta identificar dónde está el mensaje principal del cineasta.

La música sí juega aquí un papel similar al de la anterior película, repitiendo además con Shigeru Umebayashi, quien desarrolla una partitura muy deudora del Tema de Yumeji, así como el recurso de canciones de artistas como Xavier Cugat. Esto puede hacer más ardua y difícil la película al espectador, especialmente cuando las expectativas evidentes son repetir la misma experiencia de Deseando Amar y el director sirve en bandeja otro enfoque muy diferente.

Con todo esto Wong Kar Wai construye una película más dispersa, menos empática con el espectador, pero mucho más abierta a que sea el propio público quien se encargue de dar una coherencia y un sentido a todas las historias y las emociones que nos traslada.

¿Una película fallida? Tal vez, pero construida a base de grandes aciertos.