THE ROCKETEER: Una historia que debería haber volado mucho más alto

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The Rocketter portada

«Aunque no se lo crea, desde que empecé a dibujar siempre me imaginé que The Rocketeer era una película. Nunca me fijé en las palabras y las imágenes que hacía en el papel. En cambio, lo  veía y lo oía en mi cabeza, por lo que, para mí, siempre fue una película».

Éstas son palabras de Dave Stevens, creador del personaje gráfico The Rocketeer, el cual fue llevado a la gran pantalla de la mano de Joe Johnston, hace ahora veinte años. Stevens, uno de los artistas más sobresalientes de finales del pasado siglo y de principios del actual –hasta su prematura muerte, en marzo del año 2008– terminó por plasmar buena parte de sus querencias y pasiones en una obra tan sencilla como hermosa de ver y leer.

Las páginas que forman cada uno de los números en los que aparece el personaje y sus aventuras, bien merecen colgar en la pared de una prestigiosa galería de arte o en las salas de cualquier museo de arte contemporáneo.

«La idea de que un hombre volara tan solo con un invento enganchado a su espalda me fascinaba ya desde mi juventud; es más, Commando Cody (1) me tenía alucinado. Sin embargo, no quería quedarme estancado contando las mismas historias de marcianos, rayos mortales y naves espaciales. Una vez en casa, después de haber vuelto de San Diego ComiCon, dibujé unos cuantos bocetos, escribí un par de ideas y por fin conseguí crear una historia que no tenía mucha ciencia, pero tampoco se suponía que tenía que ser nada densa. Lo único que me habían pedido era algo de relleno, que no pasara de los dos números, y, la verdad sea dicha, me lo pasé genial creando esta historia».

La historia, ya lo hemos dicho, es sencilla, a veces tontorrona o sin exhibir esa profundidad psicológica de la que hacen gala autores como Grant Morrison, Alan Moore o el mismo Joss Whedon. No obstante, sus dibujos, pensados y retocados hasta la extenuación hacen de The Rocketeer una obra digna de figurar en cualquiera de las estanterías de quienes disfrutan con un arte como lo es el noveno.

De todas formas, Stevens nunca se consideró un artista gráfico, sino un ilustrador y dibujante que terminó por dibujar un cómic de aventuras, de una forma un tanto accidentada e irregular.

The Rocketter portada

Dave Stevens nació el 29 de julio de 1955 en la ciudad de Lynnwood (Washington). Su infancia estuvo marcada, en un primer momento, por los primeros seriales televisivos, protagonizados por Commando Cody, Flash Gordon, Superman, El Zorro de Johnston McCulley o el Tarzan de Edgar Rice Burroughs.  Después llegaron los cómics, a la edad de cinco años, y Stevens descubrió un mundo que luego se transformó en toda una carrera profesional.

La causa de todo fue su padre, el cual guardaba una caja con algunos ejemplares de la editorial EC Comics, principalmente números dedicados a la ciencia ficción y algunas historias publicadas por la editorial Walt Disney. Los primeros estaban dibujados por artistas tan reconocidos como John Severin o Wally Wood, quienes ilustraron relatos de grandes autores del género fantástico, tales como Ray Bradbury, Sir Arthur Conan Doyle, o H. G. Wells.

Por esa la misma época, Stevens se aficionó a coleccionar las tiras de prensa que aparecían en los periódicos, en especial las protagonizadas por El príncipe valiente, obra de Harold Foster. Fueron también momentos de acompañar a su padre a ver antiguas películas de aventuras, tales como King Kong –cuyos dinosaurios impresionaron muchísimo a Stevens- junto a otras contemporáneas de su época, tales como La guerra de los mundos, de George Pal.

La consecuencia directa de todo aquello fue la siguiente: empezar a dibujar, a toda hora y en cualquier sitio.

«Durante mi etapa escolar hice lo que la mayoría de los chiquillos hacen; es decir, dibujar y decorar todo lo que cayera en mis manos, incluso mi pupitre. Me acuerdo que una vez que terminé en el despacho del director, dado que estaba castigado, me fijé en que tenía una de mis acuarelas enmarcada. ¡Estaba colgando en la pared!»

 

Se da la circunstancia de que uno de los cuadernos para colorear preferidos por Stevens en aquellos años tenía por título Planes of tomorrow. Su predilección por dicho cuaderno explica, aunque sea de una forma un tanto anecdótica, el posterior gusto del artista por los aviones y los ingenios aéreos, algo que luego plasmaría en The Rocketeer.

El resto de su infancia trascurrió de la misma manera que la de cualquier niño de clase media americano, con mudanza familiar incluida.

Fue precisamente a raíz de la mudanza hasta una zona rural del sur del estado de Idaho, descrita por Stevens como el escenario perfecto para una película del gran Frank Capra, cuando el futuro artista descubrió la palabra ¡Excelsior!. Para quienes no lo sepan, dicha expresión fue acuñada por el guionista y escritor Stan Lee como seña de identidad de la editorial Marvel Comics, frente a la veteranía de la que hacía gala DC Comics. Lee fue el responsable, junto a un increíble grupo de artistas, de revolucionar el panorama editorial y de llevar al noveno arte hasta una expansión que no se recordaba desde los años cuarenta. Los títulos de la nueva editorial, los cuales llegaban poco a poco, pero de manera continuada hasta una tienda llamada Perkins General Store, se convirtieron en una especie de “libros de texto para aprender a dibujar” del joven Stevens.

«Perkins General Store no era igual que una tienda de comics de hoy en día, pero sí que ofrecía varias cabeceras, de forma periódica, de comics de la editorial Marvel. Eso era más que suficiente para alimentar mi joven imaginación y en Perkins General Store conseguía encontrar alguna que otra joya de vez en cuando. En cuanto a los comics se refiere, siempre compraba los títulos según las ilustraciones de las páginas interiores de los mismos. Jack Kirby, John Buscema, John Romita sr, Steve Ditko y Gene Colan fueron mis maestros. Copié y copié los comics una y otra vez, especialmente aquellos de Buscema, Colan y Kirby».

Al leer estas palabras de Stevens es fácil reconocer la fascinación que cautivó a toda una generación de jóvenes lectores, muchos de los cuales se convirtieron en el relevo de los artistas anteriormente comentados. De todas formas, todavía le quedaba por descubrir al dibujante que más terminó por influir en la carrera profesional de Dave Stevens.

«De vez en cuando, a finales de los años sesenta, parábamos para cenar en un lugar un tanto antiguo. Tenía, entre otras cosas, un pequeño expositor de comics. La imagen que recuerdo me atrajo fue la de la cara gigante de Garra Amarilla, el Capitán América, la estatua de la libertad y Nick Furia, todos delante de los rascacielos de Manhattan».

 

Era el número 161 de la colección Strange Tales, con una portada tal que me abalancé sobre ella como si hubiera encontrado oro. Desde la primera página hasta la última, una splash page alucinante, mi boca no hizo otra cosa que abrirse cada vez más. Al terminar de leerlo busqué con avidez el nombre del dibujante. Era obra de Jim Steranko. A él le debo más que a ningún otro dibujante del mundo del comic y la ilustración.

Rocketeer

James Steranko es, por derecho propio, uno de los artistas más importantes del mundo gráfico y su influencia aún hoy en día, cinco décadas después de su debut, es tan importante como antaño. Steranko muy bien podría llevar el sobrenombre de “renacentista”, a tenor de sus créditos. Además de dibujante, ilustrador, diseñador gráfico y publicitario, artista conceptual para el cine, escritor, documentalista y editor, Steranko también ha sido, a lo largo de su vida, músico, cantante y compositor de Jazz, gimnasta, mago y escapista en una feria ambulante.

El mismísimo Jack”King” Kirby se basó en el pasado de Steranko para crear al personaje de Mister Miracle, como parte de su obra El cuarto Mundo.

Años más tarde, Stevens también se basaría en el pasado de Steranko para contar, a su vez,  el pasado de su personaje Cliff Secord –protagonista de The Rocketeer. Secord, al igual que Steranko, había trabajado en una feria ambulante como escapista y ayudante de un mago, antes de dedicarse a pilotar aviones. (2)

No obstante, la admiración así como las influencias y el legado de Steranko en el trabajo de Stevens van mucho más allá, tal y como el mismo autor reconocía en las páginas del libro Brush with pasión. The art and life of Dave Stevens.

«Steranko era el Sean Connery del mundo del comic. Dinámico, osado, en cierto punto desafiante y, desde luego, peligroso. Jim estiró los límites del medio mientras experimentaba con los límites del comic code.

Steranko combinó sus experiencias personales de gimnasta, músico, ilusionista, escapista y delincuente juvenil a tiempo parcial con su gusto por las novelas pulp y la edad dorada de la ilustración para crear algunas de las historias más atrevidas, llenas de acción que el lector medio pudiera encontrar en el mercado. Steranko era subversivo y molón incluso antes de que ninguno de nosotros supiera qué era eso. Quería ser Steranko de mayor. Todavía quiero serlo».

Y es que una vez leída The Rocketeer queda claro que la sombra de Steranko está muy presente. Ya se ha comentado que Cliff Secord heredó de Steranko su pasado como escapista y ayudante de un mago. A esto se podría añadir el carácter bravucón y con cierta pose de delincuente juvenil, en especial por el rechazo que le produce la autoridad uniformada, cosa que no disimula el joven Secord.

En cuanto a la obra en sí misma, sus páginas son todo un homenaje a buena parte de las querencias de Steranko, tamizadas por las propias vivencias de Stevens. Por añadidura la amistad que se entabló entre ambos creadores ayudó a profundizar, no sólo en los elementos ya reseñados, sino en otras facetas artísticas que luego usaría Stevens en su trabajo.

Rocketeer

A partir de entonces y a lo largo de más de una década, Stevens volcó todos sus esfuerzos en convertirse en un artista gráfico ya fuera tanto de forma autodidacta como asistiendo a clases para aprender distintas técnicas artísticas.

En aquellos años Stevens acudió por primera vez al San Diego ComiCon, encuentro al que no dejaría de asistir a partir de entonces. En San Diego, Stevens no solamente conoció a muchos de sus “maestros” gráficos, sino que fue conociendo los entramados de la industria y lo difícil que es lograr un trabajo.

Por ello, el joven Stevens –en aquel momento acababa de cumplir los 17 años- se matriculó en la escuela de dibujo comercial y publicitario de la ciudad de San Diego, experiencia que, si bien le ayudó a mejorar, no logró convencerle de que su futuro pasaba por estar en las aulas otros dos años más.

Recién desembarcado en el mundo laboral, Stevens tuvo que admitir que aún le quedaban muchas cosas que aprender, aunque, gracias a su talento, logró comenzar su carrera de dibujante publicitario. Uno de sus primeros clientes fue el campeón del mundo de karate y artista marcial Chuck Norris. Más tarde, y merced a los contactos adquiridos en el ComiCon, Stevens trabajó como entintador de las tiras de prensa de Tarzán junto a otro de sus ídolos de infancia y juventud, Russ Manning.

En 1975, Stevens llegó a tener una entrevista –bastante fallida, en palabras del dibujante- con George Lucas para trabajar en los diseños de Star Wars. La entrevista no prosperó, pero le dio la oportunidad para visitar las primitivas oficinas de LucasFilms y conocer a Joe Johnston quien, años después, sería el director de la película The Rocketeer.

En 1980, Stevens realizó parte de los diseños conceptuales para la película En busca del arca perdida de Steven Spielberg, muchos de los cuales terminaron siendo utilizados como ideas para su precuela, Indiana Jones y el templo maldito. Lo curioso es que el artista responsable del look de buena parte de la película y, sobre todo, del personaje de Indiana Jones, no fue otro sino Jim Steranko.

Al final, en el verano de 1981, todo comenzó a encajar y Stevens sacó a la luz su gran obra. Rocketeer debutó en las páginas de la colección Starslayer. The log of the Jolly Rogers, en abril del año1982. Ante la buena acogida por parte de los lectores, la serie se continuó publicando en una nueva cabecera titulada Pacific Present. En esta nueva colección el personaje de Stevens compartía cabecera con la serie Missing man meets the Queen Bee, obra de Steve Ditko, padre gráfico de Spider-man.

Tras dos números publicados, The Rocketer tuvo que esperar más de un año para ver terminada su primera aventura, algo que ocurrió en octubre de 1984, en el especial The Rocketeer Special Edition# 1.

El caso es que, si se analiza en conjunto, los problemas de publicación de la serie gráfica -merced a los sucesivos cierres de las editoriales que la publicaban- luego se repitieron en la aventura cinematográfica. En un primer momento, The Rocketeer era un proyecto que debería haber sido llevado al cine por la compañía Amblin Entertaiment de Steven Spielberg y Universal Pictures. Antes de eso, United Artists también se mostró interesada, pero nunca se pasó de una primera conversación.

Al final, el proyecto cayó en manos de la compañía Disney, la cual planteó el proyecto para el sello Touchstone.

«Acabábamos de firmar una trilogía con Touchstone, el sello adulto de Disney, pero antes de que la tinta se secara en el papel nos dijeron que “No, va a ser de Disney, porque Disney necesita un éxito de taquilla en acción real.”.

 

Éste fue uno de los muchos cambios que Stevens debió soportar mientras trataba de llevar a la gran pantalla su creación. Aquellos fueron tiempos muy convulsos para Disney, tanto que se llegó a hablar de una venta a otra compañía e, incluso, de cierre. Y Stevens terminó por pagar, en carne propia, muchas de las arbitrariedades de la veterana compañía.

Por fortuna el proyecto recayó en las manos de un director de la talla de Joe Johnston, capaz de interpretar adecuadamente la atmósfera y las referencias propias del momento en el que se desarrolla la acción, algo que terminó por salvar el proyecto.

En cuanto al guión -obra de Danny Bilson y Paul De Meo– sus responsables se basaron en la estética y el ambiente de los años treinta en los que se mueve Cliff Secord, pero, como era de esperar, introdujeron cambios. La historia cinematográfica de The Rocketeer está mejor contada que su homónima gráfica y tiene muchos más elementos que la vuelven más entretenida.

La idea es la misma, pero los guionistas se apoyan en elementos y/ o en personajes secundarios para darle mayor empaque a la narración. Hay cambios y alguna que otra visión controvertida, pero, en este caso, la historia original salió ganando al adaptarla a la gran pantalla.

El primero de todos estos cambios -motivado por la audiencia a la que iba dirigida la película, al llevar el sello Disney- fue cambiar el carácter y la apariencia física de la novia de Cliff, Betty. En su versión a imagen real la chica pasó de ser una modelo que no duda en posar desnuda –a imagen y semejanza de uno de los iconos de Steves, Betty Page– para llamarse Jenny Blake, una aspirante a actriz sin demasiada fortuna.

Blake será el nexo de unión entre su novio, Cliff Secord, y el afamado actor Neville Sinclair, interpretado por Timothy Dalton.

Sinclair es, sin ningún género de dudas, un homenaje al actor Errol Flynn –lo vemos actuar en un escenario calcado al de Las aventuras de Robin Hood, protagonizadas por Flynn en 1938- aunque le añaden unas señas de identidad más que controvertidas.

El escritor Chales Higham, en su libro Errol Flynn. The untold story, sostiene que Flynn «fue un fascista bisexual que espió para los nazis, antes y durante la Segunda Guerra Mundial». En la película, Sinclair es un espía alemán empeñado en obtener la mochila cohete para entregársela a los ingenieros nazis. Dicha mochila había sido desarrollada por uno de los pioneros de la aviación contemporánea, el multimillonario Howard Hughes quien, según cuenta Higham, fue amante de Flynn.

Dejando a un lado las interpretaciones basadas en rumores, lo cierto es que, dos años antes del estreno de la película The Rocketeer, se publicaron dos libros en los que no solamente se desmentían las acusaciones de Higham, sino que se aportaban datos que demostraban que Higham falseó documentos para apoyar sus teorías (3)

Aún así, Dalton realiza un trabajo sobresaliente, mezcla de canalla encantador y despreciable traidor, al servicio del Reich alemán. A sus órdenes se encuentra el gigantón Lothar, un personaje que, originalmente, apareció en la segunda aventura gráfica de The Rocketeer como compañero de Cliff Secord en la feria de monstruos en la que el joven militó, años antes.

Otro de los personajes añadidos -además de Howard Hughes, quien se deja entrever en la primera de las aventuras gráficas del personaje- es el gánster Eddie Valentine, magníficamente resuelto por el actor Paul Sorvino. Valentine será el responsable del robo de la mochila cohete, pero, al enterarse de las verdaderas intenciones de Sinclair, no dudará en ponerse del lado de los hombres del FBI quienes, momentos antes, querían detenerle.

Otro de los aciertos del reparto estriba en la elección de Alan Arkin en el papel de Peevy, el mentor de Cliff e ingeniero de mantenimiento del circo volador en el que trabajan ambos. Arkin engrandece el personaje gráfico creado por Stevens y lo lleva a un estadio superior, algo que la narración agradece.

Secundarios de lujo, tales como Jon Polito o Ed Lauter completan un reparto capaz de contentar a los espectadores más exigentes.

En cuanto a la pareja de protagonistas, Jennifer Connelly –Jenny Blake- vuelve a demostrar sus dotes como actriz, aunque, por exigencias del guión, su papel está un tanto condicionado. Lo que sí queda claro es que, lejos de las heroínas lacrimógenas tan del gusto de Disney, Jenny Blake sabe cómo defenderse en el mundo real.

Bill Campbell en el rol de Cliff Secord se me antoja como la mejor elección para el papel no solamente por su parecido físico, sino porque se comporta tal y como lo hace el personaje en la historia creada por Stevens. Tal y como suele ser habitual, la crítica se cebó en la elección, demostrando que, entre otras muchas cosas, no se habían leído el cómic original.

El que, además, la producción contara con profesionales tan reconocidos como la diseñadora de vestuario Marilyn Vance-Straker, el director de fotografía  James Horner o el compositor James Horner tendrían que haber ayudado a que la película triunfara.

BIll Campbell como Cliff Secord

Sin embargo, la realidad fue otra bien distinta. James Horner explicó el James Horner de la película en estos términos.

«Después de haber estado varios años trabajando en la película, estar presentes en los procesos de producción y de haberla presentado ante un público más que entusiasta sabíamos que teníamos una buena película, con muchas posibilidades de triunfo. Nunca imaginé que pudiera fracasar en taquilla. ¿Qué fue lo que falló?

The Rocketeer se estrenó la semana después de que lo hiciera Robin Hood: El príncipe de los ladrones y la semana antes de Terminator 2: Juicio Final, la que resultara ser la película más taquillera del verano de 1991. Entre las dos nos hicieron papilla».

 

No es mi intención desmentir las palabras del autor, pero, además de lo ya dicho, yo añadiría alguna cosa más.

Primero, el error garrafal por parte de Disney de pretender vender The Rocketeer como una película familiar y de aventuras, empapada de los finales edulcorados que tanto gustan a los ejecutivos de Disney. Ni siquiera con los cambios que sufrió el personaje de Betty y otros detalles se puede considerar a la película un producto clásico de la factoría Disney, por lo menos en aquellos años.

Después está la propia desidia y los errores de promoción, sobre todo fuera de Estados Unidos –y nuestro país no fue un excepción- los cuales en nada ayudaron al conocimiento de la película (4).

Y por último, y no por ello menos importante, hay que sumar la ceguera de un público que ni siquiera fue capaz de darle una oportunidad a una historia tan atractiva como apasionante y divertida.

Las cosas cambiaron algo con su lanzamiento en video, pero la realidad, dos décadas después, es que The Rocketeer sigue siendo una película digna de ver y un cómic digno de leer, por muchos e interesantes motivos, algunos de los cuales se han enumerado a lo largo de este artículo.

No obstante, dicen que el tiempo pone cada cosa en su sitio –algo que es cierto- y de ahí que en el año 2010 se le concediera a la editorial IDW Publishing el prestigioso premio Eisner, en la categoría de Mejor colección o proyecto de recuperación de material: comic-books a The Rocketeer: The Complete Adventures deluxe edition, por Dave Stevens, editado por Scott Dunbier. El tomo de 248 páginas, en color y en blanco y negro, y con un formato mayor que el habitual, recogía 100 páginas extras con bocetos, dibujos preliminares, diseños y trabajos de autor, desconocidos por los lectores hasta ese momento.

The Rocketeer adventures. IDW

Este año, y con motivo del veinte aniversario del estreno en los cines de la versión cinematográfica del personaje, IDW ha presentado una serie limitada de cuatro números dedicada a The Rocketeer y sus aventuras. Cada número está compuesto de pequeñas historias escritas, dibujadas y coloreadas por autores tan sobresalientes como lo son John Cassaday, Mike Allred, Kurt Busiek, Michael Kaluta, Laura Allred, Dave Stewart y Laura Martin, además de contar con pin-ups de Mike Mignola y portadas de Alex Ross, Tommy Lee Edwards y el mismísimo Dave Stevens.

Las historias que forman el primer número –The RocketeerHome again y Dear Betty -son, además de amenas y divertidas, tremendamente respetuosas con el legado de Stevens y estéticamente preciosas. Por añadidura, guiones como el de Kurt Busiek, responsable de Dear Betty -todo un placer para los amantes de las peripecias vitales durante la Segunda Guerra Mundial-, demuestran la validez de la creación de Stevens y todo lo que su personaje podría haber dado de si, siempre y cuando su creador hubiera podido dedicarle más tiempo.

Con Rocketeer Adventures, IDW Publishing también pone su grano de arena en la lucha contra la leucemia, la enfermedad que acabó con la vida de Stevens, dado que una parte de los beneficios que genere la venta de esta miniserie se destinará a The Hairy Cell Leukemia Research Foundation Inc.

Dado que, por ahora no hay noticias de que dicha colección –ni el tomo ganador de premio Eisner- vayan a ser publicadas en nuestro país, les recomiendo que se den un paseo por  el Sitio web oficial de IDW y la página de The Rocketeer Adventures en la tienda virtual y vean de lo que les he estado hablando en estos últimos párrafos.

Y para quienes gustan de los productos más exclusivos, consulten los siguientes enlaces: Las portada firmadas por Alex Ross para el número 1 y el número 2 de The Rocketeer y aunque lo importante es que descubran, si todavía no la conocen, la obra y el legado de un artista, con MAYÚSCULAS como lo fue Dave Stevens, aunque ya nunca pueda volver a dibujar las aventuras de Cliff Secord.

(1)   Commando Cody: Sky Marshal of the Universe. Serial cinematográfico, de 12 episodios, producido en 1952 por Republic Pictures.
(2)   The Rocketeer. Cliff′s New York adventure
(3)   Los libros que rebaten la teoría de Higham son My days with Errol Flynn: The autobiography of a stuntman, escrito por Buster Wiles; y Errol Flynn. The spy who never was, obra de Tony Thomas. Su hija Rory Thomas, en su libro, The Baron of Mullholland, también desmiente las teorías de Higham, aportando pruebas de que su padre era, lejos de toda duda, un hombre que amaba estar y tener relaciones con mujeres, además de tener una ideología que hoy catalogaríamos de “liberal de izquierdas”, razón por la cual, no dudó en apoyar la causa republicana durante la Guerra Civil española.
(4)   En nuestro país la única manera de lograr información sobre el trabajo de Stevens y la misma película pasaba por llamar a las oficinas de Toutain Editores y hablar con alguien de la editorial –en mi caso, me atendió el propio Josep Toutain. Gracias a su ayuda pude, no solamente elaborar un artículo sobre el autor y el personaje gráfico, sino leer, de manera íntegra, las aventuras de Cliff Secord.