«EL VENGADOR TÓXICO»: Un clásico incombustible del cine trash

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A la sombra de la Gran Manzana, en el profundo y arrítmico corazón de Nueva Jersey, se encuentra una ciudad bautizada como Tromaville que carga con el sambenito de ser “la capital de los residuos tóxicos del mundo”. Evidentemente estamos en los ochenta, una época donde empieza a despertar conciencias que, al amparo del progreso y los beneficios, una población entera esté expuesta a que sus parques y jardines se conviertan en el varadero de desperdicios químicos peligrosos.

El vengador tóxico

Con una joven Greenpeace que ya lleva batallando 14 años, un incidente de gas letal que acaba con 30.000 personas en la India en 1984 y un accidente de Chernobyl que está por demostrarle al mundo la fragilidad de la energía nuclear, las naciones empiezan a entender que Tierra no hay más que una y que es responsabilidad de la raza humana cuidarla. Lo curioso es que nada de eso parece importar a Lloyd Kaufman y Michael Hertz, ya que los residuos tóxicos son solo la excusa para construir una de las historias más hilarantes y conocidas de la serie B mundial: El Vengado Tóxico.

A pesar de que la película contó posteriormente con una serie de dibujos animados de marcado carácter medioambiental, en esta aventura no existe la más mínima intención de concienciar o reivindicar; no es necesario. De una manera bastante absurda, una broma cruel, perpetrada por los matones locales, acaba con el enclenque y no muy completo bedel del gimnasio del pueblo, Melvin Ferd, vestido con un tutú rosa y sumergido hasta los tobillos en un tanque de material radioactivo, lo que en vez de matarlo instantáneamente, hace que se prenda fuego y se convierta en un monstruo de tamaño y fuerza colosal que, movido por un sentido arácnido de marca blanca, se dedica a repartir mamporros entre los criminales del pueblo, destrozándolos completamente de las maneras más creativas y salvajes.

Y para muestra, un botón. Cuando un afroamericano con pinturas de guerra, un mimo armado con una escopeta y un tipo con chaqueta de cuero que usa armas ninja irrumpen en un restaurante de comida mejicana asesinando a un comensal comensal e intentado robar la caja y violar a una chica ciega (que luego acabará siendo la novia del protagonista), nuestro héroe salva el día con un combate que empieza con la amputación del brazo de uno de los criminales y acaba con uno de ellos metido en un horno de pizzas, otro con las manos chamuscadas en la freidora y el último con la garganta hecha picadillo por una batidora. Una manera muy original de limpiar las calles de criminales. Y así durante el resto de la película.

Un clásico inagotable del cine chusquero

Con un presupuesto ínfimo, efectos visuales de mercadillo y actores sacados de la cola del supermercado, El Vengador Tóxico consiguió revivir y redefinir la futura línea de trabajo de Troma, una compañía que hasta entonces había centrado su producción en comedias sexys. Contando con un héroe imposible y un puñado de villanos que son una caricatura del histrionismo, la cinta, que en un principio se planeó como una posible resurrección del ya entonces quemado género slasher, terminó por no tomarse en serio a sí misma, transformándose en un cóctel de humor, sátira política, gore, superheroismo y parodias. Muchas parodias. De hecho, para los más cinéfilos no es difícil identificar que la máscara que Melvin usa en una escena es la misma que esconde la cara de Jason en Viernes 13, parte II, o que la película concluye igual que Rocky, con un vengador tóxico que grita el nombre de su amada después de librar su combate final. Y hay muchas más.

La coalición de estos elementos no es lo único que ha dado a esta cinta el honor de ser la meca del cine trash; el cariño que esconde su falta de pretensiones tiene parte de culpa. Sin un precedente claro, las aventuras de Melvin constituyen un hito en la historia del celuloide, creando una escuela que continuó presente en las secuelas de El Vengador Tóxico y sirvió para vertebrar todo un ejército de películas clónicas que intentaron, sin éxito, repetir la fórmula que hizo nacer al primer súper héroe de Nueva Jersey. Un héroe – o más bien una horrenda y deforme criatura de tamaño y fuerza sobrehumana – que nació antes de que la mercadotecnia, lo políticamente correcto y los éxitos de taquilla castraran la creatividad de los directores y encandilasen a los espectadores.

El vengador Tóxico.