Ya la vi y creo que si Guillermo del Toro plagia a alguien es a él mismo. Tal como esperaba tuve la agradable sensación de que nuestro director mejicano favorito ha vuelto a casa, es decir a la fantasía realista o realidad imaginaria que define su propio sello personal y que vimos en cintas donde tenía la correa suelta como en El Espinazo del Diablo o El Laberinto del Fauno. Películas donde lo real y lo fantástico se entrelazan de una manera bastante adulta y con el estilo suyo que conjuga lo maravilloso y lo horrible de una forma que a estas alturas es perfectamente identificable. Si Guillermo del Toro te cuenta un cuento de hadas no faltará un científico o un militar sin escrúpulos que cogerá a la hada que te caiga más simpática y la viviseccionará para mostrar a la cámara en que órgano segregan los polvos mágicos, de la misma forma que si se supone que los ogros comen niños, verás un ogro comiendo un niño (Miedo dará a alguno como será su Pinocho, la siguiente película que tiene anunciada). La crudeza con la que a menudo retrata un relato de fantasía no será del gusto ni de la comprensión de todos, pero para los verdaderos seguidores del género fantástico lo agradecerán como un oasis en un océano de banalidades que buscan solo complacer a su fandom establecido y ganar adeptos másivamente (Ejem... Star Wars).
Esta óptica entre mágica y cruda se enfoca en este caso en el amor. Si, Guillermo del Toro se nos ha vuelto romántico o quizás siempre lo ha sido pero siempre a su manera, (aún recuerdo el abrazo final entre Wesley Snipes y Leonor Varela en Blade II). Y si, La Forma del Agua es una historia de amor, es lo que Guillermo del Toro de crío hubiese querido como debía ser La Criatura de la Laguna Negra. La crudeza está en que la cosa no iba a ser una historia de amor platónico ni ñoñadas parecidas, el amor es crudo, es sexual, es doloroso física y emocionalmente, los personajes se desnudan de muchas formas, todas ellas orientadas a abrirse a la única persona (o cosa) con la que se siente completo emocional y espiritualmente. Hablando en plata, amar incluye follar, incluye mentir y aguantar cosas como siempre está quejándose la amiga Zelda, incluye sufrir, arriesgar y sacrificar cosas. Será todo lo fantasioso y bizarre que quieras por tratarse de un hombre-pez que es feo y come gatos, pero el mensaje real está ahí, es ese.
Por lo demás también hay más temas donde enfoca su óptica y creo que es lo que justifica su presencia en un certamen como los Oscars con nominaciones poco comunes en una película de género fantástico (y probablemente sea lo que más me desconecte un poco de lo que me engancha de este director) es que es también un canto de amor al cine clásico de los años cincuenta, a una época cuando el cine era algo mágico y maravilloso, sus coloridos musicales, la paranoia anticomunista etc, con escenas como ver al anfibio viendo una peli en el cine o como el momento musical en blanco y negro. Sin embargo lo compensa por que no abandona nunca su visión oscura, y no hace de esto un La La Land con monstruos. Lo ves más bien en detalles como cuando la protagonista está viendo en la tele una noticia de una redada contra negros y su vecino insta a que ponga el canal donde se ve un musical. Pero sobretodo lo ves en el personaje de Michael Shannon, es un villano clásico marca Del Toro, el personaje que representa esa realidad rancia, amarga y cruel que vimos en Eduardo Noriega del Espinazo del Diablo o en Sergi Lopez y su brutal capitán Vidal. Strickland prácticamente vive en el sueño américano, con todo lo que lo hace guay para los yankees, pero no puede ser más infeliz y desahoga su mala leche en la criatura que tiene a su cargo y en los más débiles. Es grande, quizás solo juegue en su contra en que en los ejemplos anteriores te deja intuir una historia detrás que más o menos justifica o hace medianamente comprensible tanta hijoputez y sin embargo éste parece que viene de serie sin más, pero bueno… ya sabemos que los hay así.
Para los fans del director encontrarán sin problemas todo tipo de guiños y referencia a su cine. Personajes como el de Richard Jenkins me recuerda un poco al Federico Lupi de El Espinazo del Diablo o el del Dr. Robert Hoffstetler como el añorado Alex Angulo del Laberinto del Fauno. A los que suma nuevas aportaciones como una muy grande Sally Hawkins, su discurso en gestos para pedir ayuda a Giles o el “Que te Den” al villano de la función se ganó mi simpatía y mi preocupación por lo que le pase. Y mención especial a una divertida Octavia Spencer. En definitiva, es él, es una obra suya de toda la vida y quizás por esta vez se le dará el reconocimiento que se merece y a ver si algún día algún loco multimillonario le produce Las Montañas de la Locura.
Edito: pues se lo han reconocido. Óscar a la mejor película, mejor director, mejor banda sonora y mejor diseño de producción. Olé.Estadísticas: Publicado por Evil_Konan — Lun Mar 05, 2018 2:45
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