MISÉ EN ABYME
I
En una de esas noches taciturnas y despiadadas en las que la mente nos obliga a soñar ad infinitum, Teodoro cerró los ojos y un mundo onírico se levantó ante él. Teodoro soñó tan solo un instante, que fue eterno, en el que se dibujaba la figura perfecta de una hermosa joven, con cabellos de color oscuro, que él había creado in mente. Su nombre era Tania y su desnudez, perversamente atractiva. Pero no acabó allí la cuestión: Tania también se durmió de manera repentina, y en su sueño apareció un hombre mayor, quebrado ya por los golpes del tiempo, y acaso en su rostro alcanzó a vislumbrar el rictus severo de su padre, cuyo nombre se le hacía dificultoso recordar, a pesar de lo cual sabía que era Augusto. Augusto, por su parte, cayó rendido a los pies del dios Morfeo y no puedo evitar también soñar: allí estaba, Adelia, su amante incondicional de toda la vida; la mujer por la cual abandonó el hogar, la esposa y la familia. Adelia tenía ya los cabellos plateados, el rostro bello como siempre, pero arrugado y marchito. Con su mano lo invitaba a que se le acercase, lo tentaba a probar una vez más la fruta del pecado, pero cuando Augusto estaba a tan solo un centímetro de ella, Adelia cae al suelo, desmayada. En ese desmayo, el inconsciente se le liberó de manera abrupta, mostrando un universo ínfimo y oscuro en el que aparecía Joaquín, el hijo de un amor ilegal, obligado a una vida de negaciones y ocultamientos. Joaquín miró a su madre, revelando un odio atroz por una existencia que no era existencia, y cerró los ojos, para pensar en otra cosa. Esa cosa resultó ser Paula, la única chica que había conocido y que lo había llevado hasta el entonces desconocido mundo del amor: la vio tendida sobre un sillón, en posición fetal, descansando como un ángel, los rubios cabellos prolijamente desparramados sobre sus hombros y su rostro inmaculado. Paula no se dio cuenta de que Joaquín la admiraba en secreto; ella creaba ahora su propia realidad de ensueño: vio una casa modesta pero honrada, vio la habitación de un joven, vio a un sujeto vestido de negro que abre la puerta de dicha habitación, vio al mismo sujeto blandir un cuchillo y vio también hundir dicho cuchillo infinitas veces en el cuerpo de un adolescente que no conocía pero que, sin embargo, sabía que se llamaba Teodoro.
II
? Es un maldito desastre ? dijo un policía a su superior, mostrándole la escena del crimen ? No perdonaron a ningún miembro de la familia, pero sin dudas la peor parte se la llevó el hijo: dieciséis años, de nombre Teodoro. El cuerpo está casi irreconocible por la violencia de las puñaladas.Estadísticas: Publicado por Invitado — Lun Abr 09, 2007 15:18
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