Yo como no y a falta de poder interactuar con el mundo exterior (al menos en persona, la tecnología da otras opciones pero no es exactamente lo mismo), le estoy por supuesto dando caña a pelis, series e Internet en general a saco. Andaba eso algo perro para comentar, pero vamos a ello:
El Hoyo.
Una de las cintas de género patrias que más ruido ha hecho en los últimos años, con grandes acogidas en Donosti y Sitges, donde se llevó prácticamente todos los premios importantes (mejor película, director revelación, gran premio del público y FX), y con el extra de de ser estrenada por Netflix como estreno potente en medio de una pandemia y cuarentena a nivel mundial, es de agradecer que encima no decepcione.
Son muchas, tratando de hacer de la necesidad virtud, las que quisieron acercarse a los modos y resultados de Cube, excelente cinta metafórica de ciencia ficción de los 90, a su vez deudora de los mejores y más estimulantes episodios de The Twilght Zone; pero casi todas se quedan cortas, cuando no en evidencia ante la mera comparación. Salvando las distancias, pero aprehendiendo el quid de la cuestión, El Hoyo es probablemente su más digna heredera espiritual y definitivamente la que más se acerca a los méritos de aquella.
La imposible prisión y por extensión la trama de la película, no son más que un telón de fondo en el primer caso y un medio para la cavilación sobre el sistema y nosotros mismos, como su grasa y engranajes, o tal vez como piedra en los mismos que los haga descarrilar, o quizá solo y sutilmente cambiar, la segunda. Buscar una explicación a su existencia, su funcionamiento, o, un error aun más capital, su final, es tan fútil como desacertado: No es lo que se pretende. Lo que El Hoyo busca es hacer pensar y plantear preguntas, no dar respuestas. Esas, ha de buscarlas el espectador. Y ni siquiera respuestas como tal, si no más bien conclusiones propias. Porque no importa el fin; lo que importa, y esto debería ser obvio (guiño, guiño, Sr. Trimagasi) es El Mensaje.
Muy notable. Un 8.5, fácilmente.
The Mummy (1999)
Recuerdo cuando esta cinta surgió en una tímida y, a la postre de tan irregular, fallida ola de revival de los monstruos clásicos de la Universal.
Coppola con su Dracula dio en el clavo llevándose el personaje a todo un nuevo terreno y no dejando claro quien era el verdadero monstruo, Branagh no acabó de satisfacer a casi nadie con su revisión del mito del Prometeo moderno, y un Stephen Sommers que había llamado mi atención con toda una serie B verdaderamente vocacional y de libro como Deep Rising (uno de esos placeres culpables que tiene uno), decidió alejarse incluso del terror encuadrando al monstruo de Karloff en el cine de aventuras plagiado sin el menor descaro de Indiana Jones. Como se atreve (y aun faltaba su Van Helsing).
El caso que, en su momento y vista de videoclub, lo poco que recuerdo de ella es que apenas atrapó mi atención, más allá de una vaga sensación general de detestarla por estar sobre todo llena de una cantidad desmedida de alivios cómicos; a día de hoy, y tras convertirse en una cinta querida por mucho público de la época (la mayoría del cual la vio sin duda siendo muy joven) me ha dado por revisarla con otros ojos y he de reconocer que es una cinta entretenida y sin pretensiones que funciona como divertimento inofensivo, y a la que no puede pedirsele más de lo que provee, un pasatiempo simpático en forma de un Indiana Jones para el hombre pobre. Hace un apaño para un rato aburrido, y si todo lo demás falla, tiene a Rachel Weizs, con su acento británico y su mirada. Quien no querría secuestrarla...
6/10.
He visto más pero ya seguiré, que no son horas.